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IMPRESCINDIBLE **
MUY INTERESANTE *
INTERESANTE (sin asterisco)



ORTAKÖY *

El barrio de Ortaköy está situado a unos 2,5 kilómetros al norte del Palacio de Dolmabahçe. Se puede llegar allí fácilmente en cualquiera de los muchos autobuses que paran en la Avenida Çırağan, casi al lado del Palacio, y que van hasta Kabataş Erkek Lise (autobuses 22, 22RE, 25E, 30D, 40, 40T, 42T, 57UL, DT1 y U1). 

Durante mis primeros viajes a Estambul, sólo pude ver el barrio de Ortaköy desde el Bosforo. Aparte de no tener tiempo, su famosa mezquita estaba en obras, llena de andamios y lonas, por lo que decidí posponer mi visita.

En diciembre de 2017, la mezquita ya estaba restaurada y abierta. El 25 de diciembre, por la tarde, antes de que se pusiera el sol, cogí uno de los muchos autobuses desde la zona de Fındıklı, un poco al sur de Dolmabahçe. Llegué a Ortaköy en unos 20 minutos.

Es un lugar con muchísima gente y muchísimos visitantes. El tráfico que pasa por la calle principal es muy denso, incluso a veces agobiante. En esta calle hay una pequeña iglesia griega ortodoxa, la de San Focas, que sólo abre a las horas de las celebraciones. Al otro lado de la calle, a unos metros, se encuentra un antiguo hamam, que fue construido por el gran arquitecto Sinan en el siglo XVI para un tal Hüsrev Kethuda; de ahí su nombre: Hüsrev Kethuda Hamamı. Sé que, aparte del hamam, hay también un café dentro. Tanto la iglesia como el hamam estaban cerrados. 

Hay también una bonita calle que lleva desde la calle principal hasta el mar. Está llena de puestos callejeros para comer, para comprar souvenirs, cafés, etc.

Pero lo mejor de todo, lo que atrae a tanta gente, son la mezquita al borde del mar y las maravillosas vistas desde el mirador junto al Bosforo. Contemplar el Estrecho, la parte asiática y Estambul desde allí, durante la puesta del sol, es un privilegio. 

Entré en la mezquita. Fue construida en un estilo bastante barroco en el siglo XIX por el arquitecto del Palacio y de la Mezquita de Dolmabahçe. 

No es muy grande en comparación con otras, pero tiene grandes ventanales desde los que se vislumbra el Bósforo; las paredes son de colores muy vivos y con algunas partes en mármol rosa; y además tiene varias arañas que cuelgan del techo. Es una mezquita muy acogedora.

Anduve junto al Bosforo un rato pero enseguida se hizo de noche y cogí un autobús de vuelta. Era hora punta y había coches y autobuses por todos los lados. Uno de los atascos nos tuvo parados durante más de 15 minutos. Llegaría a Eminönü una hora después más o menos.

El 23 de diciembre de 2018, un año después, volví otra vez a Ortaköy porque la vez anterior se me había acabado la batería de mi cámara fotográfica y no pude hacer ninguna foto. Esta vez visité este barrio al final de la mañana. Seguí más o menos el mismo recorrido que el año anterior e hice unas cuantas fotos a pesar de estar bastante nublado y de la lluvia. También aproveché para comer en un restaurante. 

Después de la comida, cogí un autobús hasta Kabataş y de allí el tranvía T1 hasta la parada de Sultanahmet.

Mi última vez en Ortaköy fue el 6 de marzo de 2021, por la tarde. Me apetecía sentarme en un banco y estar un rato contemplando el Bósforo. Bajé por la calle principal, la que llega hasta el mar, pero había tanta gente esperando la puesta del sol que decidí entrar un momento en la Mezquita. Tras salir de allí anduve unos metros hacia la izquierda y llegué a otra zona junto al mar desde la que se tenía una vista todavía mejor, ya que se podía ver, aparte del Bósforo y Asia, la península de Estambul a lo lejos. 

Vi un pequeño hueco en la esquina de un banco. Las personas que había sentadas allí me hicieron sitio y me animaron a que también me sentara con ellos. 

Fue una puesta de sol memorable. Pude ver un barco de lejos que se iba acercando y que acabó parando muy cerca.

Tras la puesta de sol vi que había un puesto en donde vendían salep, una bebida típicamente turca, propia del invierno y de días fríos.  El salep es un tubérculo con el que se hace una harina que se mezcla con leche, azúcar y canela. Desde que lo probé una vez, me enamoró su sabor y, siempre que viajo a Estambul, no me lo pierdo. En invierno se vende en pastelerías. 

La vuelta de Ortaköy hasta Kabataş fue tan complicada y estresante como siempre. Había montones de personas en la parada de autobús, los autobuses estaban tan llenos que no paraban, etc. Finalmente conseguí entrar en uno pero no nos podíamos ni mover. Bajé en Kabataş y allí cogí el tranvía T1 hasta mi hotel.